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lunes, 25 de febrero de 2019

Tabaco y riesgo cardiovascular

Que el tabaco se asocia con más de 25 enfermedades es bien conocido. También lo es la relación de fumar con distintas enfermedades cardiovasculares: cardiopatía isquémica, ictus, aneurisma de aorta, enfermedad arterial periférica, muerte súbita (Las consecuencias para la salud del tabaco. 50 años del Informe del Cirujano General). Sin embargo, solemos identificar el tabaco con enfermedades respiratorias, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o el cáncer de pulmón, olvidando o dejando en segundo plano el decisivo papel del tabaco en el riesgo de sufrir un evento cardiovascular. Otros factores de riesgo han ganado la partida, apoyados por hábiles estrategias publicitarias que llevan a numerosos pacientes a nuestras consultas preocupados por los 200, la cifra mágica de los niveles de colesterol.

Todos hemos visto en la consulta informes de pacientes recién dados de alta tras sufrir un infarto, cuya primera recomendación es siempre “Abstención absoluta de tabaco”, repetida como un mantra, como si su sola mención fuera suficiente para  que el paciente deje de fumar. La realidad nos pone en nuestro sitio, ya que incluso con ayuda hasta el 60% de los pacientes que sufren un infarto vuelven a fumar al cabo del año. 

Estos motivos, junto con el déficit formativo de profesionales de medicina y enfermería, y la falta de interés y apoyo por parte del sistema sanitario de abordar el gigantesco problema del tabaco, nos han llevado a revisar el papel del tabaco en el manejo del riesgo y la enfermedad cardiovascular, en un artículo publicado en la revista Medicina Clínica Tabaquismo, el gran olvidado en el cálculo y abordaje del riesgo cardiovascular



Podemos resumir las conclusiones del artículo en los siguientes puntos:

·         El tabaco favorece la inflamación y la arteriosclerosis. Además promueve la rotura aguda de la placa y la trombosis. Se calcula que más de un tercio de los infartos son atribuibles al tabaco. En personas jóvenes esta proporción es todavía mayor. En un reciente publicado en el Journal of the American College of Cardiology (Modifiable Risk Factors in Young Adults With First Myocardial Infarction) de pacientes con infarto, fumar era el factor de riesgo más frecuente en pacientes menores de 45 años, casi un 60%.

·         Sabemos que incluso pequeñas dosis de exposición al tóxico disparan el riesgo de sufrir un evento, la relación entre tabaco y riesgo cardiovascular (RCV) no es lineal. Esto ha quedado demostrado con la disminución de los ingresos por infarto tras la implantación de leyes de espacios sin humo, una especie de “prueba del 9” de la relación del tabaquismo pasivo con los eventos cardiovasculares. Ver Consumo de tabaco y riesgo cardiovascular ¿Dónde está el límite? 

·         En prevención primaria, la medida que habitualmente tiene mayor impacto en el riesgo cardiovascular de un paciente fumador es dejar de fumar, con el beneficio añadido de la reducción de riesgo sobre otras enfermedades no cardiovasculares y sobre personas no fumadoras. Tanto es así, que la disminución del consumo de tabaco es, junto a la mejora de los tratamientos, la principal responsable de la disminución  de la mortalidad por cardiopatía isquémica en los últimos años.

·         Por lo que decíamos antes (no hay relación lineal entre exposición y enfermedad) fumar poco o reducir el consumo de tabaco, no sirve prácticamente de nada en cuanto a reducción de riesgo. Lo demuestran numerosos estudios epidemiológicos, y por otra parte hay que tener en cuenta la enorme dificultad de reducir el número de cigarrillos y de mantenerse fumando menos, al tratarse de una dependencia.

·         Las mujeres son especialmente susceptibles a los efectos del tabaco sobre la ECV, un 25% más que los hombres, de manera que la mitad de los eventos coronarios en mujeres serían por el tabaco.

·         Una de las preocupaciones cuando se deja de fumar es el aumento de peso que puede producirse, y si esto puede atenuar los beneficios para la salud del abandono del tabaco. Distintos estudios confirman que el beneficio se mantiene; recientemente se ha publicado un estudio Smoking Cessation, Weight ChangeType 2 Diabetes, and Mortality de 3 cohortes en el que la mortalidad cardiovascular y total disminuye al dejar de fumar incluso aunque se ganen más de 10 kg de peso, aun a pesar de un ligero incremento de riesgo de diabetes a corto plazo.  

·         Dejar de fumar siempre es beneficioso y cuanto antes se haga, mejor, más beneficios se obtienen. Pero incluso a edades avanzadas, aunque la supervivencia no se equipara a la de aquellos que nunca han fumado, sí es mejor que la de los que continúan haciéndolo.  El RCV del exfumador, aunque no se llega a igualar al de los que nunca han fumado, cae rápidamente, y a los diez años sin fumar es casi superponible.

·         Después de sufrir un infarto dejar de fumar es la medida que más disminuye la mortalidad, más que otras medidas y fármacos obligados tras un evento. No siempre se proponen programas para dejar de fumar en un paciente dado de alta por un síndrome coronario agudo.

Finalmente, el tratamiento de la dependencia a la nicotina es considerado un “patrón de oro” en cuanto a  efectividad  y eficiencia debido a la gran cantidad y calidad de las evidencias que lo apoyan. Debemos incorporarlo a nuestra práctica habitual, y animar a los y las profesionales de nuestro ámbito y a los de otras especialidades a considerar el consejo e intervención en tabaco una actividad obligada en el manejo del riesgo y la enfermedad cardiovascular. 
Cesar Minué Lorenzo. Grupo Abordaje al Tabaquismo GAT de semFYC


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