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domingo, 22 de mayo de 2022

La Teoría del cambio aplicada a un programa de promoción de la actividad física.

 

La práctica de actividad física ha demostrado ser efectiva tanto en la prevención como en el tratamiento de numerosas patologías, en la mejora de la calidad de vida de las personas y en la reducción de la mortalidad por todas las causas. Y cada vez son más las experiencias de promoción de la actividad física en la comunidad, que han sido evaluadas como los grupos de paseo.

En los últimos años ha crecido el interés por planificar y evaluar intervenciones comunitarias de promoción de la salud con modelos más participativos. La Teoría del cambio es una de las herramientas que pueden utilizarse para ello. Su objetivo es identificar los mecanismos implícitos a través de los cuales se espera lograr el cambio con un programa de salud. La reciente publicación en la revista Gaceta Sanitaria del artículo “Teoría del cambio aplicada al programa de promoción de la actividad física «La Ribera Camina»”, aplica esta a un programa de promoción de la actividad física. Esto ha permitido identificar y clasificar los cambios que se quieren lograr, enunciando las acciones necesarias para conseguirlos según la opinión de los agentes implicados.

Se considera que una Teoría del cambio es «una representación visual de cómo funciona un programa, se identifican sus diferentes componentes y cómo cada elemento se vincula con otro: cuáles son sus objetivos, sus resultados esperados, y a través de qué acciones se pretenden alcanzar.


Los autores del articulo ha realizado cuatro grupos focales siguiendo la metodología de la Teoría. Se han identificado los cambios (a largo, medio y corto plazo) que se pretende alcanzar con el programa «La Ribera Camina» según la opinión de los agentes de interés: profesionales de atención primaria, concejalas/es y personal técnico municipal deportivo, y ciudadanía participante. 

Los cambios identificados se clasificaron en cuatro apartados: 1) cambios en la salud física y social (mejoría en la condición física, hábitos saludables, autoestima y sensación de bienestar); 2) cambios organizativos y relacionales (mejor coordinación entre instituciones); 3) cambios específicos del programa (incorporación de más «activos» y asociaciones, sobre todo de hombres, y ampliación de rutas y horarios); y 4) cambios en el entorno (mejora de infraestructuras y seguridad de las rutas).



Concluyen que los resultados permitirán la mejora del diseño y la evaluación del programa analizado, y su consolidación. Esta experiencia es transferible a otros programas que deseen incorporar la participación en su diseño y evaluación.

Enhorabuena a Ana Egea, compañera del grupo educación sanitaria y promoción de la salud del PAPPS de semFYC, y resto de investigadores por aportar metodología para poner en práctica la promoción de la salud.

Paco Camarelles

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