Esta es la pregunta que
intentan responder en el blog de la Escuela de Medicina de Harvard. La primera respuesta que se nos ocurre es
pensar que el mejor enfoque es comer menos y hacer más ejercicio. Pero esta
respuesta no resuelve la pregunta. Probablemente es más fácil cortar 500 calorías
de la dieta que quemar 500 calorías con el ejercicio. La teoría que se defiende
en el blog es que si restringimos las calorías el cuerpo ralentiza el
metabolismo, quema menos calorías y ya no se pierde peso tan rápido. La
solución es aumentar la actividad física, así se contrarresta la desaceleración
del metabolismo causado por la reducción de calorías. Con ejercicio regular, no
sólo se queman calorías cuando está uno activo, también se aumentan las
calorías que se queman en reposo (gasto energético en reposo). Cualquier
aumento en el gasto de energía en reposo es muy importante para la pérdida de
peso, ya que la mayoría de nosotros estamos en reposo la mayor parte del día. Además, la actividad física disminuye el apetito en el
momento inmediatamente después del ejercicio. En el blog se indican los niveles de actividad física necesaria.
Pero suponiendo que he
decido cambiar mis hábitos con una alimentación sana y el inicio de una
actividad física adecuada, ¿Qué hago primero? En la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford han descubierto que si cambiamos la dieta y ejercicio
al mismo tiempo, los resultados son mejores que hacerlo de forma secuencial.
También encontraron que centrarse en el cambio de dieta primero puede interferir
en la actividad física realizada posteriormente. Si hay que empezar con uno, mejor
comenzar con la actividad física. Sus hallazgos han sido publicados este abril de 2013 en la revista
Annals of Behavioral Medicine.(Behavioral Impacts of Sequentially versus
Simultaneously Delivered Dietary Plus Physical Activity Interventions: the CALM
Trial). Los investigadores dividieron a 200
participantes inicialmente inactivos, de edades entre 45 años o más y con
dietas no saludables, en cuatro grupos diferentes. El primer grupo aprendió a
hacer cambios en la dieta y el ejercicio al mismo tiempo. El segundo grupo
aprendió a hacer cambios en la dieta primero y no trató de cambiar sus hábitos
de ejercicio hasta unos meses más tarde. El tercer grupo invierte ese orden y
aprendió a cambiar los hábitos de ejercicio antes de añadir asesoramiento
dietético saludable. El cuarto grupo, en comparación, no hizo cambios en la
dieta o el ejercicio, pero se le enseñó las técnicas de control del estrés. Los
investigadores siguieron el progreso de los participantes en los cuatro grupos
durante un año.
El tema que subyace es cómo
podemos introducir cambios en los estilos de vida no saludables que en muchas ocasiones
aparecen juntos, y como los podemos priorizar o manejar al mismo tiempo.
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