El Autocuidado, definido como las decisiones o acciones que el individuo realiza en beneficio de la propia salud, tiene una gran importancia para todas las personas.
Las actividades de autocuidado se encaminan a la promoción de la salud y prevención de la enfermedad, el manejo de pequeñas dolencias cotidianas, y el control o curación de enfermedades o condiciones crónicas.
Entre las prácticas para el autocuidado se encuentran: alimentación adecuada a las necesidades, medidas higiénicas, manejo del estrés, habilidades para establecer relaciones sociales y resolver problemas interpersonales, ejercicio y actividad física requeridas, habilidad para adecuar el consumo de medicamentos, seguimiento de las prescripciones de salud, comportamientos sexuales seguros, recreación y manejo del tiempo libre, diálogo, adaptaciones favorables a los cambios en el contexto, búsqueda de información y manejo de diferentes signos y síntomas en las enfermedades.
Autocuidado y aprendizaje: la familia, la escuela, el entorno social y el personal sanitario pueden favorecer y capacitar a las personas para un mayor y mejor autocuidado. Los grupos de apoyo, asociaciones, instituciones, sociedades científicas, proporcionan cada vez más información que puede ser utilizada para el autocuidado. Es un proceso voluntario, pero que debe ser alentado desde todos los niveles, incluyendo los gobiernos, y para todas las edades.
La educación para el autocuidado debe tener en cuenta las capacidades y conocimientos de la persona, sus creencias y valores, sus preferencias y el entorno y apoyo social del que dispone.
La escasa alfabetización, la edad avanzada, el sexo masculino, la falta de educación para la salud, son o han sido barreras para el autocuidado, pero un apoyo social y sanitario adecuados pueden vencer estas barreras.
La persona que ha vivido autónoma y empieza a tener algún grado de dependencia, se encuentra en una situación anómala que afecta de forma negativa el modo en que se ve y valora a sí misma, su autonomía y bienestar.
En personas de edad avanzada o con varias patologías, que necesitan muchos cuidados de otras personas, tiene gran importancia promover estrategias de autocuidado adaptadas a sus habilidades y sus posibilidades. De esta forma disminuye la dependencia, mejora la autoestima del paciente, su calidad de vida, su implicación en los cuidados, y el cumplimiento del plan terapéutico prescrito.
Se debe evitar sustituir a las personas en actividades que aún pueden realizar por sí mismos, aunque sea de forma parcial o tarden mucho en realizarlas. Cuando los cuidadores prestan más ayuda de la realmente necesaria, aunque crean que lo hacen por el bien de la persona, en realidad están menoscabando su autonomía y favoreciendo la pérdida de habilidades por falta de práctica. Las personas mayores, en contra de lo que piensan algunos, pueden aprender a ser más autónomos y mejorar su autocuidado. Con estrategias de pequeños pasos, fomentando la toma de decisiones y reforzando los cambios, se beneficia tanto el cuidador como la persona cuidada.
La esencia del autocuidado es el control del individuo sobre su salud, el empoderamiento, un derecho de todas las personas, que debe fomentarse al máximo hasta el final de la vida.
El desafío en la sociedad actual es que el individuo pase de una actitud pasiva, de receptor de cuidados, a una activa o proactiva, de búsqueda de bienestar y de responsabilidad sobre su propia salud.
De la misma forma que el proverbio africano dice “para educar a un niño es necesaria toda una tribu”, para fomentar el autocuidado de las personas es necesaria la implicación de toda la sociedad.
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