Para hacer frente a este problema es conveniente que seamos conscientes de todos los factores que están implicados. Entre ellos la colaboración de los organismos
públicos con la industria alimentaria que ha sido denunciada en un amplio informe
de la organización VSF “Justicia Alimentaria Global”. Esta organización ha dado a conocer recientemente el informe “Confiad en mí. Puertas giratorias, conflictos de intereses y amistades peligrosas entre la industria alimentaria y los organismos de salud”, con el objetivo de exponer el sofisticado entramado del lobby alimentario
creado a lo largo de los últimos veinte años en nuestro país.
El informe no deja títere con cabeza.
Desde la trama creada por la industria alimentaria para defender sus productos,
la red de intereses cruzados con sociedades científicas, académicas,
universidades y centros de investigación ("La ciencia obediente"), hasta la influencia que tiene esta
trama en las acciones del gobierno.
El
informe también nos informa de las ideas que nos tratan de “vender” la
industria alimentaria:
- La industria alimentaria es un actor comprometido con la lucha contra la obesidad y la mala alimentación. Por eso tienen una fundación especializada en la promoción de la salud que organiza coloquios y simposios científicos.
- El azúcar es un alimento tan necesario como el resto. Se financian y difunden estudios científicos que ponen en duda la relación causa-efecto del consumo excesivo de azúcar con las enfermedades.
- No hay alimentos buenos ni malos, todo depende de la dieta en su conjunto. Siempre positivos, nada de comunicar avisos sobre los riesgos para la salud del consumo excesivo de ciertos alimentos o ingredientes.
- La obesidad es un problema de malos hábitos, sedentarismo y falta de ejercicio. Siempre lo suficientemente abstractos con frases del tipo: dieta variada, dieta sana, dieta equilibrada, vida sedentaria, etc.
- La mala nutrición es un problema individual, de mala elección en la compra o en la comida. En ningún caso cabe señalar los aspectos socioeconómicos y estructurales que influyen en la dieta de las personas ni la falta de información objetiva a la que se enfrentan los consumidores a la hora de comprar o ingerir alimentos.
- Las familias son las principales responsables de la obesidad infantil. En ningún caso se otorga responsabilidad alguna a la publicidad o al marketing en los problemas de salud o el consumo de alimentos malsanos.
- No hay evidencia científica entre el consumo excesivo de azúcares y la enfermedad. Especialmente, en el caso de la obesidad, el sobrepeso y las enfermedades asociadas.
El informe afirma que ante un problema
de tal magnitud como la obesidad, las administraciones públicas deberían contar
con un plan que identificara las causas, atajara el problema y pusiera en marcha
soluciones efectivas. Sin embargo, el estudio no solo demuestra la inactividad
por parte de la administración para solucionar este problema, sino cómo los
sucesivos gobiernos se han convertido en
un aliado natural de la industria para el diseño y ejecución de políticas
públicas contrarias al interés de los
ciudadanos. Los mensajes más utilizados han ido
orientados a culpabilizar al individuo por tratarse de un problema de malos
hábitos, de dieta desequilibrada y de falta de ejercicio. Otro de los mensajes
ha sido que “no hay alimentos buenos ni malos, todo depende del conjunto de la
dieta”, y si esto lo afirma una universidad de prestigio, tiene mucha más
fuerza. De hecho, la mayoría de las
grandes empresas alimentarias que contribuyen con sus productos a la mala
alimentación han conseguido ligar su imagen a la salud.
Rodrigo Córdoba García
Grupo Educación sanitaria y promoción de la salud del PAPPS de semFYC
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