¿Le ayudo a dejar de fumar o le pongo un plan de ejercicio? En el reciente XXXIX Congreso Nacional de semFYCen Málaga, presentamos este breve debate (20 minutos), cuyo objetivo fue teatralizar
una pugna entre dos ponentes (Ana y Emilio), que "lucharon" entre sí
para convencer a los asistentes de que convendría intervenir primero (opción
defendida por Ana) sobre el consumo de tabaco frente a priorizar la ayuda para
iniciar y consolidar un hábito regular de actividad física (opción defendida
por Emilio), en un varón de 50 años, que fuma y realiza muy escasa actividad
física y acude a la consulta tras sufrir un probable AIT (accidente isquémico
transitorio). VER PRESENTACION
Hicimos un rápido repaso a las evidencias más
importantes sobre los principales riesgos de ambas conductas (de cáncer, de
enfermedad cardiovascular, de otras enfermedades…) y sobre la efectividad y
coste-efectividad esperada de nuestras intervenciones. Intentamos dejar claras
dos cosas: que los deseos, la motivación del paciente para intentar cambiar sus
hábitos es lo primero a tener en cuenta, y que para intervenir exitosamente sobre
la primera (tabaquismo) y la cuarta (inactividad física) causa
de muerte evitable/prevenible en el mundo, no hacen
falta pruebas sofisticadas, ni aparataje alguno. Ni siquiera una formación
exhaustiva para comenzar a hacerlo, pues es la relación (motivadora, sobre todo)
con el paciente la herramienta terapéutica más importante.
A la mitad del debate, Ana sugirió cesar en el “enfrentamiento”
(¡Emilio! ¿Vamos a estar peleando todo el tiempo?) para ofrecer a
continuación algunas evidencias sobre el importante papel que tiene el
ejercicio físico en el proceso de deshabituación tabáquica y lo ventajoso que
resulta intervenir sobre todas las conductas de riesgo de forma simultánea. Como
venimos haciendo desde 2007 en la Unidad-Escuela de Estilos de Vida
Saludables del CS Valdepasillas de Badajoz, en la que -por ejemplo- aprovechamos
las 4-6 visitas que hace la persona fumadora en el proceso de deshabituación
tabáquica, para realizar intervenciones breves, muy motivadoras, sobre sus
hábitos de alimentación, consumo de alcohol y actividad física, con excelentes
resultados. Donde además comprobamos que, al ayudar a mejorar globalmente su estilo
de vida, fomentamos en los pacientes el autocuidado, elemento primordial para
la sostenibilidad de nuestro SNS.
Por fin, además de dar fe a través de nuestra propia
experiencia, también ofrecimos evidencias de que intervenir sobre los hábitos
de los pacientes se asocia a mejor estilo de vida del profesional que realiza
dicha intervención, y que hacerlo (por el desarrollo de las habilidades de
comunicación que ello implica) puede reducir el riesgo de “quemarnos”
profesionalmente, de desarrollar burnout, una de las grandes amenazas sobre nuestra
salud y calidad de vida.
Ana Furió y Emilio Salguero.
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