Prevención
en tiempos de crisis. Mesa PAPPS. Congreso semFYC Granada. Junio 2013. Rodrigo
Córdoba García, Grupo Educación Sanitaria Y Promoción de la Salud del PAPPS. Ver presentación
Los cuatro tipos principales
de enfermedades prevenibles (EP) son las enfermedades cardiovasculares (ataques
coronarios y accidentes cerebrovasculares), el cáncer, las enfermedades
respiratorias crónicas (como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica y el
asma) y la diabetes. En los países desarrollados, el 70% del coste sanitario
deriva de la atención a estas enfermedades (Marvasti, 2012). Las enfermedades
cardiovasculares constituyen la mayoría de las defunciones seguidas del cáncer,
las enfermedades respiratorias, y la diabetes. Estos cuatro grupos de
enfermedades son responsables de alrededor del 80% de las muertes. Además,
comparten cuatro factores de riesgo: el consumo de tabaco, la inactividad
física, el uso nocivo del alcohol y las dietas malsanas. Las enfermedades
crónicas, no se transmiten de persona a persona, son de larga duración y por lo
general evolucionan lentamente (OMS, 2011). Las enfermedades transmisibles no
han dejado de ser un problema pero tenemos en las vacunas una excelente estrategia
de prevención. En los países desarrollados siguen siendo un problema la gripe,
las hepatitis, el VIH y el papilomavirus. Las enfermedades crónicas afectan a
todos los grupos de edad pero se suelen asociar a los grupos de edad más
avanzada. Niños, adultos y ancianos son todos ellos vulnerables a los factores
de riesgo que favorecen las enfermedades no transmisibles, como las dietas
malsanas, la inactividad física, la exposición al humo de tabaco o el uso
nocivo del alcohol. Estas enfermedades se ven favorecidas por factores tales
como el envejecimiento, una urbanización rápida y no planificada, y la
globalización de unos modos de vida poco saludables. Por ejemplo, esto último,
en forma de dietas malsanas, puede manifestarse en forma de tensión arterial elevada,
aumento de la glucosa sanguínea, hiperlipidemia, sobrepeso y obesidad. Son los
llamados "factores de riesgo intermedios" que pueden dar lugar a una
enfermedad cardiovascular y aumentar el riesgo de cáncer.
Factores
de estilo de vida modificables
El consumo de tabaco, la
inactividad física, las dietas malsanas y el uso nocivo del alcohol aumentan el
riesgo de la mayoría de las enfermedades crónicas o las causan directamente. En
todo el mundo, el tabaco se cobra casi 6 millones de vidas cada año (5,1
millones por el consumo directo de tabaco y 600 000 por la exposición al humo
ajeno), y se prevé que esa cifra habrá aumentado hasta 8 millones -o el 10% del
total anual de muertes- en 2030. Aproximadamente 3,2 millones de defunciones
anuales pueden atribuirse a una actividad física insuficiente. Aproximadamente
1,7 millones de muertes son atribuibles a un bajo consumo de frutas y verduras.
El consumo de alcohol causa 2,3 millones de muertes anuales, de las cuales la
mitad son por enfermedades crónicas mientras el resto a otras causas como
accidentes de tráfico, suicidio o agresiones mortales (OMS, 2011).
Factores
de riesgo metabólicos/fisiológicos
Esos comportamientos
propician cuatro cambios metabólicos/fisiológicos clave que aumentan el riesgo
de enfermedad: hipertensión arterial, sobrepeso/obesidad, hiperglucemia e
hiperlipidemias. En términos de muertes atribuibles, el principal factor de
riesgo de enfermedad crónica a nivel mundial es el aumento de la presión
arterial (a lo que se atribuyen el 13% de las defunciones a nivel mundial),
seguido por el consumo de tabaco (9%), el aumento de la glucosa sanguínea (6%),
la inactividad física (6%), y el sobrepeso y la obesidad (5%). En los países de
ingresos bajos y medios se está observando un rápido incremento del número de
niños con sobrepeso. Existe una compleja interrelación entre todos estos
factores. Por ejemplo el tabaco causa prácticamente todo el espectro de EP:
cardiovasculares, cáncer y respiratorias. La alimentación malsana junto a la
inactividad física causan sobrepeso que a su vez es causa de HTA, diabetes e
hiperlipemia que a su vez aumentan el riesgo de enfermedad cardiovascular. Las
bebidas alcohólicas y también las azucaradas contribuyen a la obesidad (Nielsen SJ, 2011). Por otra parte el consumo de alcohol es responsable del 10% de los
cánceres masculinos y el 3% de los femeninos (Shütze, 2011).
Prioridades
en Prevención
El modelo sanitario actual
ignora los estadios asintomáticos de la enfermedad a menos que puedan ser
medicalizados para convertir a las personas en enfermos y consumidores de
fármacos y otras tecnologías. La prevención más eficiente pasa por actuar antes
de que sean necesarios recursos más costosos. Por otra parte las expectativas
de la sociedad ante terapias milagrosas para todos los problemas de salud son
excesivas y a menudo equivocadas. Es prioritario integrar las actividades
preventivas en la práctica asistencial en todos los niveles del sistema
sanitario.
A fin de reducir el impacto
de las enfermedades crónicas en los individuos
y la sociedad, hay que aplicar un enfoque integral que fuerce a todos los
sectores, incluidos entre otros los relacionados con la salud, la fiscalidad,
los asuntos exteriores, la educación, la agricultura y la planificación, a
colaborar para reducir los riesgos asociados a las enfermedades crónicas, así
como a promover las intervenciones que permitan prevenirlas y controlarlas. El
objetivo de la prevención debe ser “comprimir la morbilidad” de modo que las
enfermedades más graves e invalidantes se aproximen al momento de la muerte
para aumentar la esperanza de vida saludable y autónoma (Marvasti, 2012).
Se trata de añadir vida a
los años más que añadir años a la vida. Para ello hay que cambiar el modelo
tradicional basado en centrar la mayoría de recursos en la atención a las
patologías agudas a un modelo más equilibrado en el que la prevención y la
salud pública dejen de ser elementos marginales del sistema sanitario. Una
táctica importante para reducir las EP consiste en reducir los factores de riesgo
asociados a esas enfermedades. Hay soluciones de bajo costo para reducir los
factores de riesgo modificables más comunes.
Otra opción para combatir estas enfermedades son algunas intervenciones
esenciales de alto impacto que pueden aplicarse mediante un enfoque de atención
primaria que refuerce la detección precoz y el tratamiento oportuno. La
evidencia muestra que este tipo de intervenciones son una excelente inversión
económica, dado que, si se instauran tempranamente, pueden reducir la necesidad
de tratamientos más costosos. Estas medidas pueden aplicarse además en
contextos con distintos niveles de recursos. Para conseguir el máximo efecto
hay que formular políticas públicas saludables que promuevan la prevención y el
control de las enfermedades crónicas, y reorientar los sistemas de salud para
que cubran las necesidades de las personas que sufren esas enfermedades.
Coste-efectividad
de las intervenciones preventivas
El coste efectividad de una
actividad preventiva sirve para priorizar actividades pero no es un valor
absoluto. Los resultados de los estudios pueden ser distintos en países
diferentes dependiendo de su nivel de ingresos y el tipo de sistema sanitario
(accesibilidad y equidad son determinantes) (Vos, 2010). Solo tienen un valor
relativo para afirmar que tal actividad es más o menos coste-efectiva que tal
otra. Por ejemplo el tratamiento del tabaquismo resulta 4 veces más coste
efectivo que el tratamiento de la hipertensión arterial moderada y 13 veces más coste-efectivo que el
tratamiento de la hipercolesterolemia en prevención primaria (Plans-Rubio,1998)
Estrategias
para reducir la carga de las enfermedades prevenibles
La mejor estrategia pasa por
una combinación de intervenciones
comunitarias (impuestos, publicidad, regulaciones al consumo de productos no
saludables, información al consumidor…) y consejo sanitario en el marco de las
consultas de los profesionales sanitarios de atención primaria y otros
niveles. Por otra parte hay que reorientar los servicios sanitarios hacia la prevención.
Priorizar las actividades de intervención en estilo de vida y maximizar el coste efectividad de las actividades de
cribado y las vacunaciones del adulto seleccionando mejor los grupos de riesgo
y las estrategias de cribado (mama, colon, cérvix,..). Finalmente debemos
insistir sin descanso en que las intervenciones
más coste efectivas en el adulto son las intervenciones en tabaco,
alcohol y alimentación. También es coste efectiva pero menos que las anteriores
el consejo para promover la actividad física (Kraushaar, 2009).
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