El
pasado día 18 de noviembre se presentó en el Ministerio de Sanidad en Madrid la
monografía “Determinantes comerciales
de salud, trastornos adictivos y otros problemas”, editada por SEDET y
financiada por el Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD).
En Europa enfermamos y morimos de enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedades respiratorias crónicas, diabetes, y otras enfermedades no transmisibles. El 90% de la mortalidad se debe a estas causas. Están relacionadas con distintos factores de riesgo, como son la hipertensión arterial, la dislipemia, la obesidad o la hiperglucemia. Además, determinadas conductas influyen sobre estos factores de riesgo, o lo son directamente, como el consumo de alcohol, el tabaco, las dietas poco saludables o la falta de ejercicio físico. No sabemos qué parte corresponde a nuestra predisposición genética y cuál a otros determinantes sociales, pero estos últimos tienen mucho que ver con los determinantes comerciales de la salud (DCS).
Hay
distintas definiciones de lo que son los
DCS, se podría decir que son los sistemas, vías, prácticas a través de las
cuales los actores comerciales influyen en la salud humana y en la inequidad en
salud. Es decir, cómo las distintas industrias afectan a la salud, generalmente
con resultados negativos (aunque, teóricamente, también podrían ser
favorables). Además, esos determinantes suelen afectar a la población más
desfavorecida, que más frecuentemente acumulan conductas adictivas o
perjudiciales y trabajan en ambientes de más riesgo. De esta manera,
la OMS considera que los DCS constituyen una de las principales amenazas para
la salud mundial.
Tenemos
entonces unas industrias cuyos productos producen daños para la salud, por un
lado, e importantes beneficios económicos para la empresa y sus accionistas,
por otro. A pesar de los efectos sobre la salud, que habitualmente la industria
conoce antes que nadie, pone en marcha todas las estrategias posibles para
continuar aumentando su cuenta de resultados y evitar las regulaciones,
influyendo e interaccionando con los distintos sistemas políticos, económicos,
técnicos, sociales, etc, en un entramado complejo. Aunque la influencia de los actores
comerciales en la salud de la población se conoce desde hace mucho tiempo, el
concepto de DCS no aparece en la literatura hasta 2012,
poniendo nombre a una serie de prácticas habituales que utilizan algunas
empresas. Posteriormente han aparecido distintos artículos y documentos que
desarrollan las diferentes y numerosas estrategias que las industrias ponen en
marcha.
El
principal ejemplo de lo que son los DCS, el más sangrante, el más evidente, y
del que más hemos aprendido, es el tabaco. En el año 2000, la OMS alertaba de
que el tabaquismo no era como las otras amenazas para la salud mundial, ya que
las enfermedades infecciosas no tienen empresas multinacionales detrás (“los
mosquitos no tienen grupos de presión”). El tabaco parecía la excepción. Con el
tiempo hemos comprobado cómo muchas otras industrias han copiado, utilizado o
adaptado las tácticas de la industria del tabaco para conseguir maximizar sus
beneficios a pesar de los efectos deletéreos sobre la salud humana o planetaria:
el alcohol, el cannabis, la industria alimentaria, pero también los
combustibles fósiles que generan el cambio climático o incluso la industria
farmacéutica. El tabaco no ha sido la excepción, sino el modelo.
Desde
que en los años 50 del siglo pasado se empezó a conocer la relación del cáncer
de pulmón con el tabaco, la industria tabaquera ha hecho todo lo posible por
ocultar, enmascarar, confundir sobre las evidencias disponibles, con el fin de
impedir, obstaculizar o demorar la implantación de medidas regulatorias y
seguir obteniendo beneficios. Han anunciado sus productos de manera abierta o,
cuando no ha sido posible, solapada, han influido en gobiernos, han tratado de
desprestigiar a la OMS, han fomentado la duda sobre las investigaciones
científicas, y han financiado otras investigaciones favorables a sus intereses,
se han introducido en revistas de prestigio, han anunciado resultados
económicos y sociales negativos con cada regulación, se han valido de
asociaciones pantalla, o de industrias aliadas, han enarbolado la bandera de la
libertad para justificar su oposición a las medidas de control, han promovido
debates espurios en los medios de comunicación. Han conseguido, en definitiva,
que fumar sea visto como una conducta normal.
Los
profesionales sanitarios hemos visto el tabaco como un problema sanitario y
hemos tratado de ayudar a nuestros pacientes. La industria ha entendido que
fumar es, antes, una conducta, un hecho cultural sobre el que influir, y ha
conseguido normalizarlo. Por ello, las medidas más importantes son las que
vienen de los gobiernos y los parlamentos y no tanto (aunque sean
imprescindibles individualmente) las del ámbito sanitario. De ahí la
importancia de tratados internacionales auspiciados por la OMS, como el
Convenio Marco para la Prevención del Tabaquismo, y las estrategias MPOWER
de él derivadas.
En
esta monografía se abordan todas estas estrategias que creíamos que eran
privativas de la industria del tabaco y que otros actores comerciales han
utilizado: marketing, financiación de investigaciones, lobbying,
responsabilidad social corporativa, alianzas con otros grupos o empresas,
relaciones con profesionales de la salud, manipulación del lenguaje, etc.; en
definitiva, todas aquellas que permiten sembrar la duda y transformar el debate
científico en un debate social. Muchos de estas industrias tienen que ver con
conductas adictivas, pero lo que caracteriza el concepto de determinante
comercial es la utilización de estas tácticas. Nos enfrentamos frontalmente a
industrias poderosas con enormes recursos materiales y humanos. Por todo ello,
se trata de problemas complejos en los que la regulación, los convenios y las
soluciones que protejan la salud humana y planetaria son un desafío para la
sociedad y las administraciones. En el documento se repasan las características
particulares y se ofrecen ejemplos de la manipulación de muchas de esas
industrias: el alcohol, el big cannabis, la cafeína, la epidemia de opiáceos,
la industria de los juegos de azar, los videojuegos, los problemas de
alimentación, las redes sociales, y un par de capítulos relacionados con el
género, cómo las industrias perpetúan los estereotipos, y las desigualdades en
salud.
Esta
monografía nos ayuda, a los
profesionales de Atención Primaria, a entender una buena parte de las conductas
de nuestros pacientes y de nosotros mismos, y de los riesgos que generan sobre
la salud.
Cesar Minue.
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