Entendemos
la "Continuidad de la atención" o “Longitudinalidad” al manejo
integral de un paciente por un solo profesional sanitario, o una red bien
integrada de ellos en estrecha comunicación. La definición de atención
fragmentada no está establecida, pero se considera que son tres o más médicos
generales diferentes que manejan la misma enfermedad de base o motivo de atención.
La longitudinalidad
es una característica básica de la atención primaria, y como bien dice Albert
Planes: “Sin longitudinalidad no hay atención primaria”. Existe una gran
cantidad de literatura científica que demuestra el beneficio de la continuidad
de la atención con respecto a la satisfacción del paciente (The association between continuity of care and outcomes: a systematic and critical review), la
reducción de la mortalidad (Continuity of care with doctors—a matter of life
and death? A systematic review of
continuity of care and mortality), y la reducción de la hospitalización
evitable (Association between continuity of care in general practice and hospital admissions for ambulatory care sensitive conditions: cross sectional study of routinely collected, person level data).
Pero
no solo la longitudinalidad es deseable por las razones descritas, también su falta
comporta riesgos para la salud de los pacientes. Un artículo australiano reciente
analiza los riesgos médico-legales asociados con la atención fragmentada en la
práctica de la medicina de familia (Medico‐legal
risks associated with fragmented GP care). En el artículo se hace una revisión
de quejas a médicos australianos, reclamaciones por negligencia
médica y casos de médicos forenses. Han encontrado tres áreas clave en las que
la atención fragmentada se asoció con resultados adversos: retraso en el diagnóstico
o perdida del mismo, prescripción inapropiada; y fracaso de la medicina
preventiva.
Con
respecto al retraso en el diagnóstico o perdida de este, influye no darse
cuenta el profesional de los signos clínicos tempranos de enfermedad, no
reevaluar el diagnóstico cuando el tratamiento no fue eficaz, el centrarse en
tratar el síntoma que presenta el paciente, la falsa tranquilidad derivada de que
el paciente ya ha sido atendido en la atención secundaria, y el no darse cuenta
de la importancia de los resultados de las pruebas o análisis pedidos por otros
médicos.
Pero también
la atención fragmentada es un fracaso de la medicina preventiva, con la falta de
abordaje de los factores de riesgo modificables de la enfermedad vascular como
la dislipemia o la hipertensión, o los estilos de vida por ejemplo. La prevención requiere
el compromiso y la motivación del paciente, un seguimiento regular, y un
control de los objetivos conseguidos.
Hacer frente
a los riesgos de la atención fragmentada es un imperativo ético para cada médico
que atiende en su consulta a pacientes que no son de su cupo. No nos podemos
escudar en decir "no era mi paciente" o "yo no era su médico
habitual". Por otra parte, hay estrategias para intentar minimizar los
riesgos de atender a un paciente no conocido. Pero quizás, la responsabilidad aparte
de nuestra para evitar errores, es de los gestores sanitarios. No es de recibo que en mi centro de
salud llevemos ya 6 meses repartiendo la consulta de una compañera de baja
laboral. No se lo merecen los pacientes ni los médicos, y se debería denunciar
a los gestores que lo permiten, que no son conscientes de los riesgos
médico-legales asociados con la atención fragmentada.
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