Que
el tabaco se asocia con más de 25 enfermedades es bien conocido. También lo es
la relación de fumar con distintas enfermedades cardiovasculares: cardiopatía
isquémica, ictus, aneurisma de aorta, enfermedad arterial periférica, muerte
súbita (Las consecuencias para la salud del tabaco. 50 años del Informe del Cirujano General). Sin embargo, solemos identificar el tabaco con enfermedades
respiratorias, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o el
cáncer de pulmón, olvidando o dejando en segundo plano el decisivo papel del
tabaco en el riesgo de sufrir un evento cardiovascular. Otros factores de
riesgo han ganado la partida, apoyados por hábiles estrategias publicitarias
que llevan a numerosos pacientes a nuestras consultas preocupados por los 200, la
cifra mágica de los niveles de colesterol.
Todos
hemos visto en la consulta informes de pacientes recién dados de alta tras
sufrir un infarto, cuya primera recomendación es siempre “Abstención absoluta de tabaco”, repetida como un mantra, como si
su sola mención fuera suficiente para que
el paciente deje de fumar. La realidad nos pone en nuestro sitio, ya que
incluso con ayuda hasta el 60% de los pacientes que sufren un infarto vuelven a
fumar al cabo del año.
Estos
motivos, junto con el déficit formativo de profesionales de medicina y
enfermería, y la falta de interés y apoyo por parte del sistema sanitario de
abordar el gigantesco problema del tabaco, nos han llevado a revisar el papel
del tabaco en el manejo del riesgo y la enfermedad cardiovascular, en un
artículo publicado en la revista Medicina Clínica Tabaquismo, el gran olvidado en el cálculo y abordaje del riesgo cardiovascular
Podemos
resumir las conclusiones del artículo en los siguientes puntos:
·
El tabaco favorece la inflamación y la
arteriosclerosis. Además promueve la rotura aguda de la placa y la trombosis.
Se calcula que más de un tercio de los infartos son atribuibles al tabaco. En
personas jóvenes esta proporción es todavía mayor. En un reciente publicado en el Journal of the American College of Cardiology (Modifiable Risk Factors in Young Adults With First Myocardial Infarction) de pacientes con
infarto, fumar era el factor de riesgo más frecuente en pacientes menores de 45
años, casi un 60%.
·
Sabemos que incluso pequeñas dosis de
exposición al tóxico disparan el riesgo de sufrir un evento, la relación entre
tabaco y riesgo cardiovascular (RCV) no es lineal. Esto ha quedado demostrado
con la disminución de los ingresos por infarto tras la implantación de leyes de
espacios sin humo, una especie de “prueba
del 9” de la relación del tabaquismo pasivo con los eventos
cardiovasculares. Ver Consumo de tabaco y riesgo cardiovascular ¿Dónde está el límite?
·
En prevención primaria, la medida que
habitualmente tiene mayor impacto en el riesgo cardiovascular de un paciente
fumador es dejar de fumar, con el beneficio añadido de la reducción de riesgo
sobre otras enfermedades no cardiovasculares y sobre personas no fumadoras.
Tanto es así, que la disminución del consumo de tabaco es, junto a la mejora de
los tratamientos, la principal responsable de la disminución de la mortalidad por cardiopatía isquémica en
los últimos años.
·
Por lo que decíamos antes (no hay relación
lineal entre exposición y enfermedad) fumar poco o reducir el consumo de
tabaco, no sirve prácticamente de nada en cuanto a reducción de riesgo. Lo
demuestran numerosos estudios epidemiológicos, y por otra parte hay que tener
en cuenta la enorme dificultad de reducir el número de cigarrillos y de
mantenerse fumando menos, al tratarse de una dependencia.
·
Las mujeres son especialmente susceptibles a
los efectos del tabaco sobre la ECV, un 25% más que los hombres, de manera que
la mitad de los eventos coronarios en mujeres serían por el tabaco.
·
Una de las preocupaciones cuando se deja de fumar
es el aumento de peso que puede producirse, y si esto puede atenuar los
beneficios para la salud del abandono del tabaco. Distintos estudios confirman
que el beneficio se mantiene; recientemente se ha publicado un estudio Smoking Cessation, Weight ChangeType 2 Diabetes, and Mortality de 3
cohortes en el que la mortalidad cardiovascular y total disminuye al dejar de
fumar incluso aunque se ganen más de 10 kg de peso, aun a pesar de un ligero
incremento de riesgo de diabetes a corto plazo.
·
Dejar de fumar siempre es beneficioso y
cuanto antes se haga, mejor, más beneficios se obtienen. Pero incluso a edades
avanzadas, aunque la supervivencia no se equipara a la de aquellos que nunca
han fumado, sí es mejor que la de los que continúan haciéndolo. El RCV del exfumador, aunque no se llega a
igualar al de los que nunca han fumado, cae rápidamente, y a los diez años sin
fumar es casi superponible.
·
Después de sufrir un infarto dejar de fumar
es la medida que más disminuye la mortalidad, más que otras medidas y fármacos
obligados tras un evento. No siempre se proponen programas para dejar de fumar
en un paciente dado de alta por un síndrome coronario agudo.
Finalmente,
el tratamiento de la dependencia a la nicotina es considerado un “patrón de
oro” en cuanto a efectividad y eficiencia debido a la gran cantidad y
calidad de las evidencias que lo apoyan. Debemos incorporarlo a nuestra
práctica habitual, y animar a los y las profesionales de nuestro ámbito y a los
de otras especialidades a considerar el consejo e intervención en tabaco una
actividad obligada en el manejo del riesgo y la enfermedad cardiovascular.
Cesar Minué Lorenzo. Grupo Abordaje al Tabaquismo GAT de semFYC
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